Ni
la Torre Eiffel, ni los besos bajo la lluvia, ni los días a 23 grados tampoco,
ni los atardeceres, y mucho menos los amaneceres, ni los parisinos, ni
italianos, ni las piruletas de corazón, ni el Empire State, ni la sonrisa de
George Clooney, ni los ojos de Zac
Efron.
Ni
la banda sonora de Titanic, ni el olor de fresa, ni el 43 cola, ni los buenos
días por la mañana, ni las canciones que recuerdan a algo único, ni el número
7, ni los esmaltes de uñas, ni el chocolate.
Tampoco
los te quiero correspondidos, ni las sonrisas, ni los tulipanes, ni los 14 de
febrero, ni los reencuentros, ni los besos, ni las estrellas fugaces.
Creo
que ya queda demostrado que no hay nada que se compare a ti, y mucho menos a tu
sonrisa.
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